El psicólogo y profesor de Ciencia y Tecnología de la Información y Psicología en la Northwestern University, Donald Arthur Norman, editaba en 2004 El diseño emocional, un libro que plantea una reflexión sobre los lazos afectivos y los vínculos que los seres humanos entablamos con los elementos de nuestro entorno –aunque sean inanimados- permitiendo así, lanzar un ardid a los diseñadores, abriéndoles el camino hacia un nuevo enfoque sobre el proceso de creación de objetos. En esa obra, Norman plantea una necesaria revisión sobre la disciplina del diseño, que debe tener en consideración el horizonte psicológico de los usuarios para poder culminar su tarea con éxito. “El aspecto emocional de un diseño puede acabar siendo más decisivo en el éxito de un producto que sus elementos prácticos”. Y más adelante añade: “Las emociones son inseparables de la cognición y son una parte necesaria de este proceso."
En parte, Norman recoge el legado de La Bauhaus, la escuela de Walter Gropius, en lo referente a la labor creativa: aunar diseño artístico y utilitario sin perder de vista la sociedad o el target al que van dirigidos los productos. Las intenciones son buenas, pero el psicólogo ahonda poco en sus planteamientos, por lo que el libro no contiene la esencia didáctica de otros manuales suyos, basados en el concepto de usabilidad. Al tratarse de una serie de reflexiones personales, en gran parte basadas en su propia experiencia, El diseño emocional adolece de cierto ritmo reiterante sin demasiada profundización en los aspectos centrales.
Los psicólogos permanecen boquiabiertos ante la idea de que la mayoría de los procesos de un ser humano estén regidos por el inconsciente. Pero como el propio Norman comenta, la emotividad ha sido un elemento determinante en nuestro desarrollo biológico: ante una gran cantidad de estímulos, son las emociones las que nos han ayudado a elegir la opción más correcta. Los nuevos descubrimientos científicos en este ámbito están demostrando que tanto los sentimientos negativos como los positivos son los que han ayudado al ser humano en su carrera evolutiva, diferenciándonos de los demás seres vivos. Las emociones nos facilitan la toma de decisiones. Esto implica que ahora sepamos por qué en situaciones de pánico, el cerebro se concentra en un solo proceso, apreciando los detalles y permitiendo alcanzar decisiones rápidas y efectivas para un problema concreto. Al contrario, cuando el estado del cerebro es positivo, tiende a un proceso de expansión, es más creativo e imaginativo y establece múltiples relaciones.
Sin embargo, al margen de estas observaciones neurológicas, el libro entretiene, pero no conmueve. Puede que el profesor Norman se haya permitido saltarse una clase -la suya propia- y ha debido de incurrir en un error de diseño... poco emocional.
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