Gracias a las estrellas podemos llenarnos las alforjas de reproches infinitos. Por sembrar la madrugada con el sortilegio de su luz, por llevarse deseos fugaces en su destello e, incluso, por alumbrar alguno de esos besos que la noche recoge en sus senos. Pero lo más reprobable que le podemos echar a las barbas a una estrella es que se dejen arrastrar, como simples mortales, a la conciencia de finitud. Esto es, que les podemos reprochar lo que suele ocurrir con todas ellas: que algún día se apagan.
La actriz norteamericana Betsy Blair no fue nunca una fulgurante figura del star system aunque sí puede presumir de haber sido una de las intérpretes más serenas, consecuentes y plenas, tal y como ella afirmaba, “siempre hubo cosas más importantes que el cine” y, reconociendo no tener una carrera meteórica "en conjunto, mi vida ha sido dichosa". Puede que algo de esa plenitud se le haya quedado atrapada en la memoria, cuando el pasado 13 de marzo falleció en su casa londinense a los 85 años de edad. Casada con Gene Kelly, el genial coreógrafo, director y actor de musicales, su matrimonio le permitió entrar en contacto con los grandes de la época y la fama que se granjeó en Hollywood estuvo siempre supeditada bajo la gigantesca sombra de su marido. Se enamoraron antes de que él se consagrase como un icono del ritmo norteamericano. Kelly se quedó prendado de ella cuando apenas era una huesuda bailarina de 17 años. Pero su amor duró lo que todos: el tiempo justo en el que quisieron caminar por el mismo sendero. Tras 16 años de matrimonio, se divorciaron en 1957 y Blair volvería a casarse posteriormente con el director checo Karen Reisz, cuando decidió abandonar el soberbio y remilgado paseo de las estrellas, para trasladarse al paupérimo y sarnoso Séptimo Arte europeo, que siempre (aunque injustamente) parecía un perro flaco en la comparativa con la macroindustria norteamericana. Apreciaciones históricas a parte, de su primer marido Betsy heredó una visión progresista e izquierdista que ella elevó al compromiso y al convencimiento, hecho por el cual fue "expulsada" de Hollywood debido al repudio laboral que sucedió a su inclusión en las denostadas listas negras que el "sesudo" senador McCarthy fabricó para los displicentes comunistas. Marty (1955), cuyo trailer se incrusta bajo estas líneas, fue la última película que Betsy Blair rodó en Hollywood.
Betsy Blair no poseía la endemoniada belleza que otras actrices desprendían en cada fotograma. Su aire cándido, elevado al mísero universo de lo pazguato y paparote, la arrastró con solvencia y credibilidad hacia esos papeles de solterona redimida, de mujer encorsetada en unos roles sociales que constreñían su espíritu soñador y romántico. En España rodó junto a Juan Antonio Bardem en 1956 Calle Mayor, película costumbrista que empuñó una navaja crítica para rasgar los ridículos valores de ese país tragicómico que, colmado del sentimiento nacional-católico, hirió especialmente a las mujeres durante el franquismo. Víctima de la macabra broma de unos enajenados señoritos de provincias, la Isabel a la que da vida en el filme español se resigna a aceptar su situación de repudio tras los cristales de su casa paterna, de la que no volverá a salir para no someterse al escarnio público. Betsy Blair no quería aceptar un rodaje en la España caudillista. Y Bardem tuvo que hacer filigranas para convencer a una actriz de talento que, lejos de los personajes a los que interpretaba, poseía un calado abismal, un profundidad comprometida, izquierdista y con un fuerte sentimiento de justicia. Fue necesario hablarle del mensaje que, como todo lo antifranquista, debía permanecer oculto o maquillado bajo las apariencias. Era la denuncia lo que Bardem desvelaba entre los visos del guión de Calle Mayor y, pese a las dificultades a las que se enfrentaron (el propio director fue detenido durante el rodaje), finalmente Betsy accedió a encarnar a esa joven provinciana vilipendiada entre las calles, fustigada con los encajes de la “solterona”.
Ya se han extinguido muchas estrellas en el cielo hollywoodiense. Y quedaban pocas de la validez de Betsy Blair. En su memoria y tributo podemos, al menos, encontrarla todavía tras Isabel, tras Clara y en todos esos personajes en los que sí quedará, pese a que se haya apagado, toda la luz de su arrojo interpretativo quemándonos los ojos.
3 comentarios:
Pequena Noeliña...
A veces las estrellas no se apagan, simplemente desaparecen de este espacio terrenal en el que, temporalmente, tienen que vivir.. Pero precisamente al ser estrellas tienen algo de inmortal en algunas Trilbies, que, por más que pase el tiempo, pensarán en ver otra vez Calle Mayor, recordando con orgullo como no todo el mundo se vende al mejor postor y las convicciones e ideologías en ocasiones vencen al dinero, aunque hoy este triunfo de los principios escasee.
Un biquiño!!!
Graciñas por el comentario Martiña!
Las personas debemos tener algo de polvo estelar, un poso en la sangre que brilla igual que antaño, como cuando todos éramos una sola cosa... De ser así, he de confesarte, tú, galeguiña, debes tener concentrados todos los genes primigenios de la dulzura!! Un biquiño estreliña!! jeje.
Qué poetisa estás hecha! Sí! Que se note que en la juventud aún queda ternura, y no sólo maldad cómo piensan muchos! que se note que ahí hay amor por las cosas bien hechas, que sabemos algo, sólo algo, de los buenos sentimientos!Paz y amor, mucho amor hacia todo!
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