A estas alturas de combate sólo la fiebre futbolística es capaz de izar colores de optimismo frente a las molestas vuvucelas de la resentida economía. Sin fórmulas mágicas ni recetas que aderecen este guiso, más de uno debería echar la vista atrás para motivar a los ciudadanos con la agudeza intelectual que algunos desplegaron antaño...
Para ejemplo clarividente -a la par que suculento- que valga el concurso literario que los carniceros de París organizaron en 1962. Como la propia corresponsal del diario YA, Josefina Carabias, indica en su crónica: "Hasta hace algunos años los carniceros de París no necesitaban recurrir a ninguna astucia para que les quitasen la mercancía de las manos. El bistec con patatas fritas era aquí el alimento básico y no faltaba en ninguna mesa por modesta que fuera. Pero desde que el sustancioso alimento se ha puesto por las nubes (unas 300 pesetas el kilo de la vaca más tierna) las amas de casa lo piensan dos veces antes de decidirse e incluso las hay que acaban por comprar pescado."
¿Qué pergeñaron entonces los vilipendiados magnates del sector para estimular sus ventas? Pues un concurso literario en el que, con la gastronomía carnívora de fondo, los concursantes aspirasen a obtener un premio irresistible: su peso en carne. Fue así como el recetario de Madame Ninette Lyon, Carne a cualquier precio, obtuvo el envidiable primer puesto. Como, además, y para disgusto de los organizadores, la señora distaba mucho de lucir un cuerpo espigado, pudo ver recompensado el acopio de grasas que venía aglutinando desde años atrás. Con la sorna de Carabias, la afortunada madame quedó retratada de este modo ante los españoles de la época: "Para colmo de suerte, es una mujer llenita, tirando a gorda. Así, pues, cuando tomó asiento en la balanza a fin de cobrar el importe de su premio literario, hubo que poner en otro platillo -que esta vez era un "platazo"- un cordero entero, un cuarto de ternera fina y varios trozos de buey."
Que conste que la señora Lyon no sólo recibió con orgullo el premio sino que, además, engatusó a los carniceros con sus armas de ángel del hogar y les persuadió sobre la conveniencia de que el galardón carnívoro le fuese entregado de forma racionada durante todo el año 1963. Con su punzante sentido práctico, la madama consiguió bonos para extraer de las carnicerías parisinas su premio de forma escalonada. Eso sí, aseguran que "por galantería" nunca se supo la cifra final a la que ascendió el lote de productos cárnicos.
En cualquier caso, lo importante para Carabias aquel 28 de diciembre de 1962 era tomar un poco el pelo a los señores del Régimen, con una pequeña "inocentada", considerando la aparente candidez del comentario y la fecha en la que se publicó el artículo. De forma discreta, pero patente, les dedica tímidamente encubierta una semblanza a la hambruna de los detestables años 40: "No se puede negar que la idea de los carniceros, además de original, es excelente. Si a alguien se le hubiese ocurrido una cosa así en aquellos años de la posguerra, cuando la carne en toda Europa se obtenía por cartilla o pagándola en el mercado negro a precio de oro (...) estoy segura de que incluso los candidatos al premio Nobel hubieran cambiado de campo para venir a disputarse el galardón de los carniceros".
Con todo, si bien estas noticias no multiplican los billetes en nuestros bolsillo, al menos, ayudan a que la mente se distraiga en otros menesteres y, sobre todo, en otras ambiciones: por ejemplo, aplicar la política del premio a la inversa. Porque, con lo escuálidos que se están quedando algunos contribuyentes ¿permitirían los bancos rescindir las deudas en proporcionalidad al peso de los hipotecados?
[Viñeta de Luis Davila]
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