Elizabeth Bishop (Worcerter 1911- Boston,1979) se mueve en el “modernism” anglosajón, combinando como pocos una voz realista y terrenal con una fuerte pulsión evocadora y onírica, quizás condicionada por “el miedo o el desdén que tuvo hacia el intimismo o la confidencia (era lesbiana y padeció una infancia triste)” como resume lacónicamente Villena en el prólogo de Norte & Sur, de la edición de Igitur en 2002. En este libro podemos encontrar algunos de sus poemas más referidos, como “El mapa” o “El pez”, ejemplos contrapuestos de su peculiar uso de la metáfora y de sus cuidadas descripciones, “minuciosas, pausadamente detallistas, tan realistas en suma, que llegan a parecer irreales”, en palabras de Villena.
North & South es el primer libro de poemas que Bishop publicó en 1946, cuando contaba con 35 años de edad. Posteriormente editó otros tres volúmenes, a parte de sus obras completas: A Cold Spring, Questions of Travel y Geography III. Ya desde su primer poemario se pueden apreciar algunas de las características que dan forma a su estilo: Cierta obsesión por lo geográfico y arquitectónico –podríamos hablar de una mirada a ras de lo cotidiano-, la cuestión metafórica como una lluvia que vela el sentido último de sus versos, o el dualismo por oposición que se refleja en el propio confrontamiento de los puntos cardinales del título Norte & Sur. Su poesía está profundamente enraizada en lo terrenal y a veces resulta compleja más por una cuestión de fondo que de entendimiento. Sin embargo, es única y efectiva a la hora de describir y resulta extrañamente conmovedora cuando el lector es capaz de descifrar el sentido oculto de sus versos.
En Norte & Sur Bishop evidencia la insignificancia del ser humano, algo que está perfectamente reflejado en el poema “El hombre polilla”. “Toda la sombra del hombre es sólo tan grande como su sombrero// Yace a sus pies como un pedestal circular para una muñeca”. A su vez, huyendo del dramatismo o del sentimentalismo gratuito, la autora norteamericana consigue ensalzar el idealismo y la imaginación en varios fragmentos de sus poemas. Bellos ejemplo en este apartado serían “El iceberg imaginario” [Preferiríamos tener el iceberg antes que el barco, aunque significara el final del viaje], o los preciosos versos “ellos tienen muchos armarios; nosotros una maleta”, pertenecientes a “Canciones para una cantante de color”. Existe también, una voz propia, el estallido de una conciencia que de vez en cuando se entromete en la lectura a través de los diálogos internos que mantiene en poemas como “La mala hierba”:
“¿Qué estás haciendo ahí?”, pregunté./ Levantó la cabeza toda empapada/ (¿con mis pensamientos?)/ y entonces respondió: “Crezco”, dijo,/ “sólo para dividir tu corazón otra vez”.
Elizabeth Bishop, célebre compositora del maravilloso “Un arte”, escritora que se resistió a forjar géneros y fronteras –se comenta que estuvo en contra de engrosar las colecciones de literatura "homosexual" o "femenina"- escribe de lo particular para alcanzar el universo. Y, al igual que una flor con abstinencia de su medicina, el lector gira por las estancias de la casa buscando el sol y la claridad del día, que asoma sus hebras doradas a través de la experiencia vital: el único diccionario que permite traducir el significado centelleante y diverso que impregna los versos de esta magnífica autora.
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