¿Sabían ustedes que nuestra mente activa las mismas partes del cerebro para recordar y para imaginar? ¿Y que tardamos dos décimas de segundo más en contestar a una pregunta cuando mentimos? ¿Saben que es el inconsciente el que rige la mayor parte de nuestras acciones y que la consciencia apenas sirve para que podamos distinguir el presente, el pasado y el futuro? Éstas y otras curiosidades podemos encontrarlas en El viaje al poder de la mente, el libro que cierra la trilogía que Eduardo Punset elaboró sobre "las claves que mueven el mundo".
Aunque su formación universitaria se desarrolló en las facultades de Derecho y Economía, Punset se ha convertido en uno de los divulgadores científicos más importantes de nuestro país, principalmente a través de su programa de televisión Redes. Son, precisamente, muchos de los elementos que encontramos en su espacio audiovisual los que podemos hallar en el libro que nos ocupa: sencillez, claridad, fascinación por la mente y millones de respuestas para entender cómo funciona el mundo y, sobre todo, cómo funciona el ser humano en interacción con su entorno y con el resto de individuos. Bien es cierto que la versión impresa entrelaza la ciencia con la biografía del autor, de modo que también asistimos a una especie de recorrido para entender cómo este barcelonés nacido en el año 1936 llegó a ser una pieza destacada en el engranaje de la Transición española; a presidir la delegación del Parlamento Europeo que perfilaría la transformación de la Europa del Este tras la caída del muro de Berlín; o cómo el hecho de superar un cáncer le devolvió el sentimiento de pertenencia a la manada; para, finalmente, aparecer en las pantallas de nuestros hogares siendo ese despelujado canoso con acento catalán al que le brillan las neuronas hablando de experimentos y del cerebro humano.
La primera lección imprescindible es que, por mucho talante ermitaño que uno quiera explotar, somos seres irremediablemente sociales. Claro que, dicho así, suena a perogrullada. Mejor incrustarlo dentro de nuestra propia evolución como animales:
"La primera construcción mental de los homínidos fue la que gira en torno a la identidad social y no a la conciencia de uno mismo (...) el primer concepto asimilado fue el de manada, el conjunto que daba pábulo a la cohesión social. Sólo en la segunda fase aprendimos a seguir contando por el número dos, por nosotros mismos, cuando nos reconocimos como tales mirándonos en el reflejo de las aguas de un río, casi al mismo tiempo que lo hacían los chimpancés y los bonobós, descendientes de un antepasado común. El líder surgió mucho después de la invención de los seguidores."
De este modo, el libro entremezcla las claves de nuestro entendimiento con la evolución de la especie, de la Tierra y de nuestra relación con el propio Universo y los otros animales, extrañamente similares, dolorosamente parecidos a nosotros mismos.
Al margen de estas cuestiones y del complejo de superioridad evolutiva, otras curiosidades las podemos hallar en el funcionamiento del hipocampo, esa región cerebral que sirve para unir fragmentos de información en nuestro cerebro. Lo particular de esta zona es que, del mismo modo que resulta imprescindible para recordar, también es esencial para imaginar. "Cuando recordamos el pasado o imaginamos el futuro, se activan idénticos circuitos cerebrales", resume el autor.
Con todo, El viaje al poder de la mente es un manual que limpia los cristales empañados de la habitación donde uno guarda su concepción del Universo, del otro y del nosotros. Aclara significados, pero no da claves para que uno se haga dueño y señor de ese único poder, que es el de la mente. Y no lo hace porque las herramientas ya está en uno mismo. Por un lado, el inconsciente rige casi toda nuestra actividad, pero también la mayoría de operaciones complejas de nuestro cerebro. Por no hablar de las emociones, las grandes desprestigiadas del conocimiento que, sin duda, forman parte de nuestra inteligencia. Además, en la línea de los antropólogos boasianos, Punset muestra los experimentos que han llegado a concluir "que ni el código genético es el único factor responsable de nuestra conducta, ni el código genético es impermeable a lo que ocurre en el entorno". Llegamos, de este modo, a otra de las grandes claves: la plasticidad de nuestra mente.
Y es que, independientemente de lo que podamos aprender con la lectura, hay que reconocer a Punset su valor como traductor, la facilidad con la que abre las complejas puertas de la ciencia y la acerca, en unidades digeribles, al común de los mortales. Una forma accesible de saber, que siempre nos tienta a caer en sus redes...
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