Por eso me imagino a esas pobres mujeres viguesas, afectadas por la presión provinciana, examinándose frente al espejo, descubriendo defectos, aplicándose técnicas de belleza pergeñadas en la botica de no sé qué cruel abuela, pero, sobre todo, rechazándose allí mismo, esforzándose cada día por masajear su boca alicaída, pronunciando como si fuesen burros en la corte, las vocales I, U, I, U. Así que, después de burlarme un rato de tales pasatiempos, se agradece abandonar la hemeroteca digital con la facilidad de un "click" y regresar al que, se cree, un mundo ya conquistado (nota: más conquistas no significan totalidad). El caso es que después de ese paseo por las sombras, uno puede suspirar, relajarse pensando cuántos sufrimientos nos hemos ahorrado en estas generaciones.
Cojo entonces los bártulos de caminante, me dirijo a una calle cualquiera, en un paseo matutino, y en la esquina, son las 9.00 de la mañana, me espera mi amigo, el del Qué!, para espetarme el periódico gratuito en la boca del estómago. Le sonrío, eso siempre hay que hacerlo porque, como decía aquel, "lo gratis sabe mejor". Me siento en el banco a devorar el tabloide, que es tres cuartas partes la publicidad del Lidl (con ofertas de embutidos y todo. Un claro ejemplo de periodismo de servicios), y la otra porción es a medias noticias y farándula. Mi asombro llegó cuando aquel pasado vacilón, a todo color y con grandes alardes de moderna infografía, resucitó en el papel que se hallaba plegado entre mis manos.
"Tu cuerpo puede ser de 10" me dicen ahora, aquí, en 2009. Ya no estoy nadando con morriña en las aguas del pasado, es ahora, aquí, me lo recuerdan, como si se tratase de un "tal día como ayer"... y me voy sumiendo en la tristeza, voy notando cómo las piernas temblequean ansiosas por un espejo y salgo corriendo, enajenada, pronunciando una especie de rebuzno, un I, U, o I, O, ni siquiera llegué a recordar la fórmula mágica que empleaba aquella provinciana de la que me burlaba hace un instante con la altanería del progresismo cegándome los ojos. Mejor no voy a explicarles cuán febril fue mi ataque gimnástico, piernas en el aire, brazos en cruz, bicicletas, flexiones, yo entera echa un nudo marinero... hasta que un largo etcétera de cansancios me dejó postrada en la lucidez: qué malo es el deporte -pensé primero- y qué difícil parece desasirnos de esa piedra colosal de la ignorancia y, peor aún, de esos conocimientos que se han ido enquistando, que se han solidificado, tras haberse arremolinado entorno a esa pseudo-sabiduría de las costumbres ridículas, engrosando los conocimientos de esa parte abominable de la cultura que sigue sin entender, como aquellos versos de Ángel González que lloraban un "Felicidad... misterio... alma... infinito", qué significan esas extrañas palabras que ahora insisten en pronunciar, mientras la voz se le apaga "progreso, libertad...
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